
La primera noche dormimos muy tranquilos en la cabaña, envueltos en un extraño silencio que atravesaba las paredes, tanto que ya me incomodaba; de todas formas la noche fue placentera.
Al día siguiente nos levantamos para ir a la playa. El día era perfecto, el sol transmitía energía y nos empapaba con su fulgor…Nos fuimos acercando al mar para sentir la brisa y acomodar nuestras cosas; y fue en esos instantes que comencé con mi mal presentimiento.
Nos sumergimos al agua fría y (para mi gusto) excesivamente salada, rodeados de unos cuantos niños revoltosos, ancianas parlanchinas y adolescentes descuidados. Disfrutamos hasta el atardecer y cuando el sol comenzó a esconderse detrás de las nubes, la vimos…
…¡Sí la vimos!
Una tormenta feroz se aproximaba justo hacia nosotros formando en el mar una pared de agua negra abrumadora, que nos robaba el aliento.
El escenario era de película, toda la gente alrededor era consumida sin piedad por el remolino de la tormenta hasta hacerle crujir los huesos. Nunca voy a olvidar ese sonido.
Y fue justo cuando en medio de toda esa locura lo sentí… algo, no se que exactamente, una voz divina, mi conciencia, mi fortaleza interior, no lo se, me iluminó el alma deteniendo el tiempo frente a mis ojos y me dijo:- SOBREVIVIREMOS, solo él y vos así, que ten calma.
En ese preciso momento, guiada por un instinto ajeno a mi voluntad, tomé a mi compañero de la mano y lo subí a una tabla que pasó cerca mio por el agua…
Solo hasta ahí recuerdo. Supongo que la travesía fue cruel porque despertamos malheridos. Miramos a nuestro alrededor pensando encontrar gente muerta, destrozos, llantos, etc.; pero nada de eso ocurrió. Estábamos en un espacio claro, sin comienzo ni final, solos, suspendidos en una paz absoluta, sintiendo el mayor éxtasis de nuestras vidas. Y esa voz que me había salvado, salió de adentro mío como un humo blanco enceguecedor y en menos de un pestañeo nos llevó consigo al otro lugar… el suyo.
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Acá concluye mi relato, lo que paso después, y lo que vivo ahora no se los puedo dar a conocer, solo se los podré contar el día que estén preparados y dispuestos a venir aquí conmigo, para dejar de soñar y empezar a vivir realmente".