jueves, septiembre 25, 2008

Ciencias de la Comunicación, Sin comunicación.


Ciencias de la Comunicación, sin comunicación.

‘Aulas calurosas, aulas heladas, escalones sueltos, paredes estropeadas, falta de luz, agua y gas, pésimas instalaciones eléctricas, baños inundados e inmundos, bajos o nulos salarios para profesores y ayudantes. Y lo mas triste… falta de comunicación entre nosotros mismos.’

Son muchos los mitos y leyendas que han surgido en torno a la cuestión edilicia de la Facultad de Sociales de la UBA. En este caso les voy a contar como se vive desde adentro. Sin supuestos, sin entrevistas ni testimonios. Se los voy a relatar yo misma… estudiante de la carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales, sede Ramos Mejia.

Este edificio se habilitó como sede de la facultad para la descompresión y el ‘deshacinamiento’ de la otra sede por esos años existente, Marcelo T. Ramos se consiguió gracias a la lucha de miles de estudiantes y de profesores que tardaban tiempos increíbles en llegar a sus aulas para las clases de las 19 hs debido al gran flujo de gente que circulaba por allí en esos días.
Claro que no fue la solución ideal -esta seria la creación de un verdadero edificio único para la comunidad de Sociales- pero fue para sacar las papas del fuego.

El problema es que los años pasan, y el Estado nuevamente demostró –y nos sigue demostrando- que la educación no es prioridad en su agenda. Se olvidaron de que como todo edificio que funciona como facultad, necesita la cantidad suficiente de inversiones para ser un lugar habitable; y vean que hablo de HABITABILIDAD y no de LUJO.

Aulas calurosas, aulas heladas, escalones sueltos, paredes estropeadas, falta de luz, agua y gas, malas instalaciones eléctricas, baños inundados e inmundos, bajos o nulos salarios para profesores y ayudantes. Y lo mas triste… falta de comunicación entre nosotros mismos.

En este punto me quiero detener y repito, como estudiante de la Carrera de Comunicación, más allá de la cuestión edilicia y presupuestaria vivencio un problema clave: nos esta fallando la comunicación.

Hace unos días en una de mis clases semanales un profesor de prácticos nos informó que la persona encargada del teórico decidió, a su piaccere, exponer otros temas diferentes de los pactados. Mi profesor estaba indignado no por el cambio de planes, si no porque no le avisaron nada. ¿Consecuencia? Los alumnos tendrán que entender el tema por su propia cuenta, porque no se puede sacar del programa.
Y esto no es algo que pase en esa cátedra, en esa comisión. Es muy común ver esto, muchas cátedras con corto circuito en la planificación de las actividades y los alumnos pagando los platos rotos. Ojo, hay muchas salvedades, no quiero decir que siempre pase. Pero si es muy habitual.

Otra cuestión con respecto a esto… Cada vez que hay paros justamente por estas peticiones de un lugar y presupuesto digno para estudiar, nosotros, los alumnos, nos abombamos a e-mails y mensajes de texto para suponer si nuestros profesores adherirán o no al paro. Yo les agradezco profundamente a aquellos profesores que brindan su e-mail y mantienen vivos los canales de comunicación para informar sus decisiones. Pero lamentablemente estos casos son las excepciones.

Y voy a concluir con este tema de la comunicación, con la humilde esperanza de generar una reflexión: ¿Cómo es posible que con estos difíciles momentos que estamos viviendo de la continua toma del edificio como signo de lucha no podamos ponernos de acuerdo entre nosotros mismos, los profesores y las autoridades acerca de la manera mas sana de llevarlo a cabo? Están los militantes, los anti militantes, los que se angustian, los que se ponen felices con la toma porque se quedan en la casa, los profesores que adhieren a clases públicas, los que ni locos lo hacen, los que en medio de las Asambleas se ponen a hablar de cuestiones que nada tiene que ver con el tema que nos compete, etc., etc., etc. Tenemos que respetar los tiempos y las formas en las cuales las decisiones se van a tomar, no es posible en una Asamblea por el edificio único ponerse a discutir acerca de las diferentes agrupaciones políticas de la facultad, y mucho menos de temas de interés a nivel país o a nivel internacional. Seamos prácticos, vayamos por partes. Si no siempre ocurrirá lo mismo, nuestra actual preocupación edilicia y presupuestaria se seguirá diluyendo.

¿Es esta la manera de ejercer el rol de comunicólogos? ¿No deberíamos de una vez por todas unirnos en la lucha por esta causa común dejando los matices de lado? Si nosotros no peleamos por lo nuestro, evidentemente, nadie más lo hará.

Comuniquémonos con éxito. Glorifiquemos nuestra vocación.

lunes, septiembre 01, 2008

-Estación Central de Brasil-



En esta controvertida historia se entremezclan diferentes personajes que comparten las mismas cuestiones a las cuales la mayoría no le somos ajenos: problemas personales y sociales, pobreza, frialdad de sentimientos, sufrimiento, etc. Podríamos decir: la cara más cruda de nuestra cotidianeidad.
Dora es una mujer que un principio aparenta carencia de amor y de afectos, siendo su trabajo el de escribir cartas a gente analfabeta en la estación central de Brasil. Esas cartas difícilmente encuentran su destino, ya que el disfrute de esta mujer es el de romperlas – o en su mejor caso archivarlas – en el regreso a su hogar.
Pero su vida va a dar un vuelco de 180° cuando Josué aparezca en su vida. Este niño que pierde a su mamá frente a Dora en un accidente en la calle, es de un carácter fuerte y decidido, muy similar al de esta mujer.
Entre idas y vueltas la protagonista toma una decisión apresurada e interesada con el niño. Lo vende a unos farsantes hasta que su conciencia la perturba tanto que lo rescata para llevarlo al encuentro con su padre el cual el niño nunca había conocido.
Juntos emprenden el viaje en busca de este hombre y en el trayecto aprender a respetarse y a valorarse ya que compartían la misma característica: no tenían a nadie más que ellos mismos.
Fuerte y conmovedora, Estación Central nos recuerda que la gente muchas veces forma su carácter por los golpes que ha ido recibiendo a lo largo de su vida, pero también nos deja la reseña de que con voluntad y fortaleza se puede seguir adelante aprendiendo a convivir con la realidad que a cada uno le tocó.
El desenlace es esperanzador. Josué no logra encontrar a su padre pero sí a sus dos hermanos mayores con los cuales se queda a vivir, y Dora con su espíritu fortalecido y renovado por esta experiencia comprende, -ya a una avanzada edad- que puede dejar atrás su desafortunado pasado para iniciar una nueva vida. Más cálida, feliz y desinteresada.