lunes, septiembre 01, 2008

-Estación Central de Brasil-



En esta controvertida historia se entremezclan diferentes personajes que comparten las mismas cuestiones a las cuales la mayoría no le somos ajenos: problemas personales y sociales, pobreza, frialdad de sentimientos, sufrimiento, etc. Podríamos decir: la cara más cruda de nuestra cotidianeidad.
Dora es una mujer que un principio aparenta carencia de amor y de afectos, siendo su trabajo el de escribir cartas a gente analfabeta en la estación central de Brasil. Esas cartas difícilmente encuentran su destino, ya que el disfrute de esta mujer es el de romperlas – o en su mejor caso archivarlas – en el regreso a su hogar.
Pero su vida va a dar un vuelco de 180° cuando Josué aparezca en su vida. Este niño que pierde a su mamá frente a Dora en un accidente en la calle, es de un carácter fuerte y decidido, muy similar al de esta mujer.
Entre idas y vueltas la protagonista toma una decisión apresurada e interesada con el niño. Lo vende a unos farsantes hasta que su conciencia la perturba tanto que lo rescata para llevarlo al encuentro con su padre el cual el niño nunca había conocido.
Juntos emprenden el viaje en busca de este hombre y en el trayecto aprender a respetarse y a valorarse ya que compartían la misma característica: no tenían a nadie más que ellos mismos.
Fuerte y conmovedora, Estación Central nos recuerda que la gente muchas veces forma su carácter por los golpes que ha ido recibiendo a lo largo de su vida, pero también nos deja la reseña de que con voluntad y fortaleza se puede seguir adelante aprendiendo a convivir con la realidad que a cada uno le tocó.
El desenlace es esperanzador. Josué no logra encontrar a su padre pero sí a sus dos hermanos mayores con los cuales se queda a vivir, y Dora con su espíritu fortalecido y renovado por esta experiencia comprende, -ya a una avanzada edad- que puede dejar atrás su desafortunado pasado para iniciar una nueva vida. Más cálida, feliz y desinteresada.

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